San Pedro nos demuestra una característica de Dios que normalmente no consideramos. Nos dice que para Dios “un día es como mil años y mil años, como un día” (2 Pedro 3,8). De alguna forma, Dios no está restringido por el tiempo como lo somos nosotros. Tomado literalmente, esto parece violar las leyes de la física. Por supuesto, Dios creó esas leyes, así que si alguien puede ignorarlas, Dios ciertamente puede hacerlo. Pero es más probable que, debido a que los primeros cristianos a veces se quejaban de que la segunda venida de Jesús se estaba demorando, Pedro está intentando decirnos que lo que a nosotros nos parece mucho tiempo no es nada para Dios.
Al igual que los primeros cristianos, podemos preguntarnos cuánto tiempo Dios va a demorar en responder a nuestras oraciones. Quizás estemos rezando por alguien que está buscando trabajo, un familiar enfermo, el fin del aborto o la paz mundial. Algunas oraciones simplemente toman tiempo para ser respondidas, especialmente si un gran número de personas tienen que cambiar sus corazones para que esto suceda. Algunas oraciones requieren que nosotros cambiemos y puede ser que todavía no estemos dispuestos a hacerlo.
Lo que Pedro quiere decir es que mil años no es demasiado para Dios si alguien necesita ese tiempo para arrepentirse. Dios es mucho más paciente que nosotros. Si alguien hubiera estado luchando contra mí durante meses o años, probablemente me daría por vencido. Pero Dios puede esperar hasta que seamos suficientemente maduros para enfrentar nuestros pecados y arrepentirnos de ellos. De la misma forma, Dios ha estado “esperando” más de dos mil años para que prediquemos el evangelio a todas las naciones. Dios ha estado esperando durante milenios a que la gente abandone la guerra como un remedio para resolver los problemas. Dios ha estado esperando desde el comienzo de la humanidad que aprendamos a amar al prójimo.
Puede ser que no seamos tan pacientes como Dios, pero podemos ayudar. San Pedro dice que no sólo estamos esperando que vuelva el Señor, sino que estamos acelerando su venida. Cuando tomamos una decisión basada en la fe en lugar del egoísmo, ayudamos a que sea un poco más fácil que las personas creen en Dios. Jesús es la luz del mundo y nos pide que dejemos brillar nuestra luz para que la gente pueda ver a Jesús en nosotros. Que nuestra luz “prepare[] el camino del Señor” (Marcos 1,3).
Tom Schmidt