Decimoquinto Domingo del Tiempo Ordinario
La segunda lectura de Efesios es bastante larga y con sólo seis frases no es fácil de seguir. Si lo analizas, verás que Pablo es muy alentador. Está dando una descripción de las muchas bendiciones que Dios nos ha dado.
Dice que somos elegidos por Dios y destinados a recibir bendiciones espirituales: primero está la Redención, lo que significa que Cristo nos salvó del castigo por nuestros pecados al perdonarlos. En segundo lugar está el plan de Dios para salvar a todos, al hacer a Cristo rey del universo. Tenemos que aceptar estos regalos dejando de lado las tentaciones que nos rodean y aferrándonos al amor que hemos recibido de Dios. Las cosas del mundo, posesiones, riquezas o poder que pretenden hacernos felices son reemplazadas por el amor de Dios; luego compartimos ese amor con los demás, para que ellos sepan también que Dios los ama. A medida que crece nuestra experiencia del amor de Dios, comenzamos a comprender el misterio de cómo Dios vive en todas las personas. Otra bendición que Pablo señala es la adopción por parte de Dios a una nueva relación como hermanos y hermanas de Cristo; ahora la santidad es para todos los creyentes, no sólo para los sacerdotes o religiosos.
Pablo también nos recuerda que somos elegidos y destinados a ayudar a Dios a completar su plan, su Reino. Cuando enseñamos a los niños a amar y compartir, cuando somos honestos con los clientes o proveedores, cuando no nos avergonzamos de mostrar nuestra fe en Jesús, cuando somos respetuosos con los pobres, los ancianos o los discapacitados, poco a poco estamos construyendo el Reino de Dios, o como dice Pablo, “hacer que todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, tuvieran a Cristo por cabeza” (Efesios 1,10)
Pablo menciona tres veces en esta lectura "para alabanza de su gloria" (Efesios 1,14). Cuando somos capaces de ayudar o perdonar, o simplemente ser un buen ejemplo para los demás, queremos que sepan que Dios está en todo el bien que hacemos. En lugar de atribuirnos el mérito de los resultados, le damos la gloria a Dios. No, no es necesario que te quites los lentes y te pongas una capa roja antes de ayudar a los demás. Solo mencione que Dios hace el verdadero trabajo, y nosotros simplemente intentamos no estorbarlo.
Tom Schmidt