Tercer Domingo de Adviento
San Pablo parece estar lanzando unos cuantos dichos que pueden parecer demasiado optimistas, pero en realidad son muy prácticos. “¿Vivir siempre alegres? ¿Quién puede hacer eso?” Suena absurdo, pero las siguientes dos líneas le dan contexto: si rezamos constantemente y damos gracias a Dios por todo lo que nos sucede, tenemos motivo para alegrarnos. Cualquier cosa que sucede es la voluntad de Dios para nosotros. Incluso las cosas malas, las cosas que no nos gustan, pueden ser permitidas por Dios, para que Dios pueda sacar algo bueno de ellas. Dios permite el pecado porque nos conduce al perdón, una experiencia del amor de Dios por nosotros. Y Dios permite incluso la muerte, porque Dios puede llevarnos a la vida eterna.
Los siguientes dos dichos pueden resultar un poco difíciles de entender. Cuando Pablo nos dice que no impidamos la acción del Espíritu quiere decir que debemos estar abiertos a lo que el Espíritu Santo nos mueve a hacer. “El don de profecía” se refiere a cosas que otras personas fueron inspiradas a proclamar. Si oramos sin cesar (1 Tesalonicenses 5,17) no estaremos tan distraídos por las cosas de este mundo que no podamos escuchar los impulsos del Espíritu Santo dentro de nosotros. No seremos tan críticos de los demás como para perdernos lo que el Espíritu nos quiere decir a través de ellos.
¿Cómo sabemos si algo realmente es del Espíritu? La siguiente frase nos ayuda con eso: sométanlo todo a prueba y quédense con lo bueno (1 Tesalonicenses 5,21). Utiliza las Escrituras, las enseñanzas de la Iglesia y tu conciencia para decidir si el Espíritu te está moviendo o si el consejo que escuchas vale la pena. Y, sobre todo, confíe en que Dios te ayudará con todo esto porque Dios quiere que seamos santos. Dios nos hará santos si tan sólo lo permitimos. Entonces estaremos listos para la venida del Señor, ya sea a través de los sacramentos, la celebración de la Navidad o la venida final de Dios en su gloria. Yo diría que eso es un buen motivo para alegrarse.
Tom Schmidt