Cuando escucho el Evangelio de este domingo, me pregunto qué estaba haciendo ese tercer siervo todo ese tiempo, después de enterrar el talento que le dieron. Lo más probable es que no estaba haciendo nada. Lo que me llama la atención es que la palabra para “dinero” en esta lectura es “talento”, que en nuestro idioma significa una habilidad o destreza. Tal vez esta parábola puede recordarnos que debemos utilizar nuestras habilidades y no dejar que se desperdicien.
Es triste ver a alguien que no es muy bueno en su trabajo simplemente porque nunca desarrolló sus talentos innatos. Pero si sabes cuales dones o habilidades Dios te ha dado, puedes desarrollarlos para que sean mucho más de lo que esperabas. Una persona puede ser fuerte y rápida, pero si hace ejercicio y practica el deporte, podría llegar a ser una gran atleta. Es lo mismo con un don espiritual. Solo tenerlo no te convierte en un santo. Entonces, ¿cómo sabes cuáles dones tienes?
Primero, pídele a Dios en la oración que te demuestre cuáles dones te ha concedido. Busca un director espiritual, o incluso tu párroco, y hablale de tu vida, de tus fortalezas y debilidades. Lee sobre los santos y cómo utilizaron sus dones para servir al Señor. Lee las Escrituras, especialmente los Hechos de los Apóstoles o las Cartas de San Pablo (como 1 Corintios 12,1–11). Escucha con humildad a tus amigos o seres queridos que te pueden decir cuales fortalezas ven en ti.
Segundo, busca diferentes maneras de utilizar tus dones. Consulte el boletín o el sitio web parroquial o el periódico diocesano para encontrar actividades y organizaciones en las que podrías participar. Los hospitales, escuelas, refugios y hogares de ancianos con frecuencia ofrecen oportunidades para voluntarios. Si un tipo de servicio te llama la atención, podría ser que Dios te está llamando a probarlo. Por otro lado, un trabajo que parece un reto podría ser lo que necesitas para estirar tus músculos espirituales. O quizás ves la necesidad de algún servicio que puedes iniciar en la parroquia o en la comunidad.
Acuérdate que por tu bautismo y confirmación eres llamado al servicio. No entierres ese llamado posponiendo las cosas y no tengas miedo de intentar algo. Acuérdate del “siervo inútil” con un solo talento, que era temeroso y perezoso (Mateo 25,25-26). Por lo menos él nos puede recordar que si no lo utilizamos, lo perdemos.
Tom Schmidt