Vigésimo quinto domingo del Tiempo Ordinario
El mensaje de paz de San Santiago es tan cierto ahora como lo fue hace dos mil años. ¿De dónde más vienen las guerras y el terrorismo, sino de las personas que se aferran a la riqueza, el poder o el odio? Pero el mensaje que comparte Santiago, y el de Jesús en el evangelio, es un simple llamado a ser diferentes. Ninguno de los dos condena a nadie. Nos llaman a discernir lo que realmente queremos y lo que verdaderamente nos da felicidad.
Los discípulos de Jesús discutían sobre quién era el mejor. En lugar de abofetearlos por su orgullo egoísta, ve lo que pueden llegar a ser y los llama a una actitud diferente. Para ser verdaderamente felices, deben dejar de lado el orgullo y la arrogancia; deben aprender que servir a los demás es la única manera de experimentar el amor y la alegría.
No somos nada diferentes el día de hoy. Tenemos que aprender que tener los electrónicos más de moda, el celular más caro o un carro del año, en el mejor de los casos, son placeres temporales. Y que ser admirado por conocidos nunca es tan duradero como amar a alguien por sí mismo. Jesús ofrece aún más: la alegría de ser amado por Dios y ayudar a otros a conocerlo. Pensemos en las palabras de Jesús a los discípulos: Es el Hijo de Dios, pero quiere llevarnos no sólo a sí mismo, sino al Padre.
¿Podemos aprender a estar más entusiasmados por lo que Dios ha hecho por nosotros que por lo que hemos hecho para mejorar nuestro hogar? ¿Podemos compartir nuestra fe en la misericordia de Dios en lugar de presumir sobre el puntaje que hemos sacado en el golf o el boliche? ¿Estamos más interesados en impresionar a los miembros del sexo opuesto o en tratar a todas las personas con respeto?
Santiago termina la segunda lectura con una declaración desafiante: dice que pedimos pero no recibimos porque pedimos mal. ¿Cuántas veces deseamos cosas que realmente no nos harán felices? ¿Pedimos cosas que realmente no necesitamos? ¿Le pedimos a Dios que castigue a quienes nos hicieron daño o que nos ayude a perdonarlos? Pidamos a Dios que nos muestre su amor y que ayude a quienes nos rodean a experimentarlo también.
Tom Schmidt