¿Por qué los invitados se negarían a asistir a una boda? Comida y bebida gratis, música y baile: ¿cómo no les va a gustar? Aparentemente, el rey en la parábola de Jesús tenía las mismas preguntas. En ese momento, Jesús sabía que muchos de los líderes judíos no aceptarían la invitación de seguirlo. Como sabemos, después de la Resurrección, los discípulos comenzaron a difundir la buena nueva no solo a otros judíos, sino a cualquiera que quisiera escuchar. La iglesia comenzó a crecer mucho más rápido de lo que esperaban.
Una de las razones por las que los líderes de Israel no aceptaron a Jesús fue su asociación con los pecadores. No entendieron que Dios llama a los pecadores a arrepentirse y ser perdonados. Como se consideraban santos, no estaban interesados en el perdón. La gente común, que sabía que era pecadora, se sintió atraída por la oferta del perdón. Muchos de ellos se arrepintieron y vinieron a ser bautizados. Como dice la parábola, llenaron el salón del banquete.
Jesús nos llama hoy a venir a la misma fiesta. Pero todavía hay personas que piensan que no tienen necesidad de Jesús. Entonces, ¿qué pasa con el hombre de la parábola que vino vestido de ropa común? El vestido de boda era un símbolo de la túnica bautismal, el signo de la vida nueva en Cristo. Este hombre simboliza a los que “vienen a la fiesta” sin arrepentirse de sus pecados.
A veces podemos ser como ese hombre. Llegamos a la iglesia discutiendo con nuestro esposo en el camino. Traemos nuestros prejuicios, mentiras, ira y egoísmo, sin intenciones de hacer nada al respecto. Venimos con la actitud que dice: “Estoy aquí, ¿no? Eso debe ser suficiente." Pero no lo es, porque la fiesta a la que venimos no es una boda para unir a un novio con su novia. Une a Dios con la humanidad. El Hijo de Dios vino a unirnos a todos a sí mismo. Al morir por nuestros pecados, Jesús nos llama a volver a Dios. Así que el arrepentimiento no es solo un cambio de ropa, es un cambio de corazón, un cambio en la forma en que vivimos. Es nuestra entrada al banquete. Es nuestra forma de decir: “Entiendo que no merezco esto, pero gracias por permitirme compartir la fiesta”.
Por Tom Schmidt