Cuarto Domingo del Tiempo Ordinario
Uno de los deberes más difíciles de un discípulo es seguir el mandato de Jesús de difundir el evangelio a todas las naciones. (Lc 24,47, Mc 116,15, Mt 28,19) Creo que una razón puede ser que no sentimos que tenemos la autoridad para decirle a otra persona qué debe creer. La mayoría de nosotros no creemos que conocemos el evangelio lo suficientemente bien como para predicarlo. O tenemos tanto miedo de ofender a los ateos que utilizamos ese miedo como excusa para no decir nada. Pero ser discípulo significa seguir a Jesús. El evangelio de este domingo menciona dos veces que Jesús enseñó con más autoridad que cualquiera de los líderes religiosos de Israel. ¿Cómo podemos conseguir tal autoridad nosotros?
Primero, Jesús no obtuvo su autoridad al ganar la elección del Mesías. Y no amenazó a la gente con truenos y relámpagos. Ciertamente no impresionaba a la gente diciendo lo que querían oír. Hablaba la verdad que escuchaba de su Padre. Las dos acciones principales que realizaba en su ministerio fueron curar y perdonar. Dado que los judíos pensaban que la enfermedad era un castigo por los pecados, al curar a los enfermos y perdonar los pecados, Jesús demostraba que Dios ama incluso a los pecadores. Y esas acciones demostraban que Jesús obtuvo autoridad de su Padre.
“Pero todavía no has respondido a la pregunta: ¿Cómo obtenemos esa autoridad nosotros?” Lo obtenemos del Espíritu Santo, en el Bautismo y la Confirmación. Y al igual que un atleta, que puede nacer con fuerza y habilidades, pero igual tiene que hacer ejercicio y practicar el deporte para ser bueno, todavía tenemos que crecer en esa autoridad. Una forma es leer las Escrituras y rezarlas, para que conozcamos a Dios a través de su Palabra y comencemos a escucharlo en nuestras oraciones. Podemos decidir conscientemente ver a Dios en otras personas, no sólo en aquellos a quienes amamos, sino en todos, incluso en aquellos que nos molestan. (Y especialmente aquellos que nos desafían a ser más amorosos, pacientes y perdonadores). La mayoría de las parroquias tienen programas que animan a sus feligreses a compartir la fe, como RICA, Cristo Renueva su Parroquia, etc. Y, por supuesto, la Eucaristía y otros sacramentos fortalecen la vida de Dios dentro de nosotros. Sabrás que tienes esa autoridad cuando puedas hablar de tu fe con confianza en lugar de duda, porque estarás hablando desde la experiencia, no desde el conocimiento de segunda mano.
Tom Schmidt