Segundo Domingo de Adviento: San Pedro nos demuestra una característica de Dios que normalmente no consideramos. Nos dice que para Dios “un día es como mil años y mil años, como un día” (2 Pedro 3,8). De alguna forma, Dios no está restringido por el tiempo como lo somos nosotros. Tomado literalmente, esto parece violar las leyes de la física. Por supuesto, Dios creó esas leyes, así que si alguien puede ignorarlas, Dios ciertamente puede hacerlo. Pero es más probable que, debido a que los primeros cristianos a veces se quejaban de que la segunda venida de Jesús se estaba demorando, Pedro está intentando decirnos que lo que a nosotros nos parece mucho tiempo no es nada para Dios.
Primer Domingo de Adviento: En Adviento celebramos la esperanza que tenemos de que el Señor entre más plenamente en nuestras vidas. La primera lectura de Isaías expresa la esperanza que los pecadores tienen para un redentor. A diferencia de Isaías, nosotros sí sabemos que Dios vino a volvernos a Él cuando el Padre envió a su Hijo Jesús para salvarnos. Nuestra fe en Jesús nos lleva a una nueva forma de mirar al mundo. Podemos ver lo que Dios está haciendo y también recordar lo que Dios ha hecho.
Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo: El Evangelio de hoy podría verse como un ejemplo de lo que San Pablo está explicando en la segunda lectura. Dado que la muerte entró al mundo con el pecado de Adán, la muerte de Cristo nos salvó del pecado y su resurrección nos salva de la muerte. Y como Cristo tuvo que morir antes de poder resucitar, el último enemigo a ser sujeto es la muerte; también nosotros tenemos que morir antes de poder resucitar.
Trigésimo Tercer Domingo del Tiempo Ordinario: Me pregunto qué estuvo haciendo ese tercer siervo del Evangelio todo ese tiempo, después de enterrar el talento que le fue dado. Lo más probable es que no estaba haciendo nada. Lo que me llama la atención es que la palabra para “dinero” en esta lectura es “talento”, que en nuestro idioma significa una habilidad o destreza. Tal vez esta parábola pueda recordarnos que debemos utilizar nuestras habilidades y no dejar que se desperdicien. Una persona puede ser fuerte y rápida, pero si hace ejercicio y practica el deporte, podría llegar a ser una gran atleta. Es lo mismo con un don espiritual. Solo tenerlo no te convierte en un santo. Entonces, ¿cómo sabes cuáles dones tienes?
Trigésimo Segundo Domingo del Tiempo Ordinario: Al final del Evangelio de hoy, el novio responde a las súplicas de las vírgenes insensatas no con una pregunta: "¿Por qué no estaban listas?" pero con la afirmación: “No las conozco” (Mt 25,12). Eso suena un poco raro, si el novio representa al Señor, porque Dios sabe todo y conoce a todos. Pero en el evangelio de Mateo, esta frase parece implicar que “como no se han esforzado en conocerme, yo no los conozco”.